Alrededor de 74.000 europeos mueren cada año por la exposición a sustancias contaminantes en su puesto de trabajo. La Agencia Europea para la Seguridad y Salud en el Trabajo (EU-OSHA), advierte que este tipo de contaminación causa 10 veces mayor número de muertes que los accidentes laborales.
Un 19% de los trabajadores europeos está expuesto a vapores tóxicos en su lugar de trabajo, y otro 15% está obligado a manipular sustancias peligrosas (adhesivos, pinturas, resinas, cosméticos, disolventes, polvo, humos tóxicos, gases, vapores…) dentro de su rutina diaria. Prácticas que, sin las medidas de protección adecuadas, pueden causar un importante número de problemas de salud. Los daños a la salud pueden ir desde molestias leves en los ojos, alergias, irritaciones de la piel y dermatitis, o complicaciones respiratorias, problemas reproductivos o cáncer en los casos más graves.
Los expertos recuerdan que algunas de las sustancias más peligrosas están ya prohibidas desde hace tiempo en la Unión Europea, como es el caso de los asbestos causantes de un peligroso tipo de cáncer de pulmón. Sin embargo, en otros casos, sin las adecuadas medidas de prevención, la exposición en el trabajo puede suponer un peligro para los empleados.
Sectores más afectados.
Este riesgo no está limitado únicamente a quienes se dedican a la industria química, sino que la presencia de estas sustancias peligrosas se ha detectado también en la agricultura, el sector sanitario y de limpieza, la construcción, la gestión de residuos o algunas pequeñas y medianas empresas (PYMES) que no disponen de las medidas preventivas adecuadas.
Además de las vías respiratorias, la piel es la principal entrada de los contaminantes a nuestro organismo; por lo que no es extraño que los problemas dermatológicos sean la segunda causa de enfermedades laborales en la Unión Europea (después de los trastornos musculoesqueléticos). En el 80%-90% de los casos, estas alteraciones de la piel están causadas por sustancias tóxicas.
La Agencia Europea hace especial hincapié en recordar la componente económica que tiene para los empresarios la protección de sus trabajadores frente a estos riesgos: falta de productividad, responsabilidad civil y otras pérdidas económicas pueden estar detrás de una mala atención a los contaminantes laborales.
El llamamiento muestra su especial preocupación por la exposición a múltiples tóxicos simultáneamente y también por los llamados “riesgos emergentes”; sustancias en las que no existen de momento suficientes evidencias para valorar con exactitud su nivel de riesgo. La mayor preocupación la representan las nanopartículas; tóxicos suficientemente pequeños para poder ser inhalados por facilidad y que cada vez más a menudo se emplean en sectores como la cosmética o la informática. "Aunque el nivel de daños que pueden causar todavía se desconoce", reconoce el texto, "hay indicaciones de que pueden tener efectos cardiopulmonares, modificar la estructura de ciertas proteínas humanas, y causar efectos autoinmunes, de estrés oxidativo en las células e incluso cáncer".
Junto a las nanopartículas, la agencia comunitaria advierte del peligro de las fibras minerales de fabricación humana, que por sus mínimas dimensiones también son capaces de provocar alteraciones biológicas en el ser humano. Los gases de la combustión del diésel también aparecen en esta lista, y son ya el cuarto elemento carcinogénico (con capacidad para ocasionar tumores) más habituales en los lugares del trabajo.