Este colectivo se ha convertido en un grupo amplio y heterogéneo, que cuenta con alguna dificultad añadida a la hora de conseguir un trabajo estable y de calidad. Una vez inmersos en el mercado laboral, deben hacerse entender y compenetrarse con los demás, a la vez que defender su rendimiento en el trabajo. A todos nos compete colaborar para que no sufran ningún tipo de discriminación y lleguen a conseguir su incorporación social y laboral integral.
Nuestra sociedad cuenta con un porcentaje en torno al 9% de personas discapacitadas, y a ellas debemos prestarles una atención específica, tanto por su volumen como por su condición. Evolucionamos hacia el pleno reconocimiento de la igualdad de derechos para todos, lo que se traduce, desde el plano que nos ocupa, en diseñar y aplicar una Prevención de Riesgos Laborales específica para estos trabajadores. En definitiva, se trata de actuar de igual manera que con cualquier otro trabajador; esto es, hacer todo lo necesario hasta conseguir que la máxima “un trabajador con discapacidad, un trabajador más” sea una realidad.
La Prevención de Riesgos Laborales es un eslabón fundamental a la hora de contribuir a este fin. El primer paso es reconocer su condición, identificarla y actuar desde el punto de vista preventivo como si tratáramos una situación más, con el añadido de que hay que tener en cuenta algunas particularidades, a las que habría que sumarles las condiciones generales.
Tipos de discapacidad.
El perfil del trabajador discapacitado es bastante diverso. Podemos clasificar su naturaleza según sea la discapacidad física, sensorial o intelectual. En función de una u otra condición, se deberá llevar a cabo una determinada evaluación del puesto de trabajo, y en consecuencia, aplicar las medidas preventivas y de protección necesarias. Para ello, haremos el seguimiento de una lista de comprobación tanto genérica como específica.
1. Trabajadores con discapacidad física.
Se incluyen aquellos que necesitan silla de ruedas, los que cuentan con dificultad para caminar y los que tienen dificultad para utilizar brazos y manos en el desempeño de su trabajo.
Las situaciones de riesgo añadidas son: los riesgos de caídas al mismo y distinto nivel, sobreesfuerzos, golpes contra objetos, quemaduras y, especialmente, las situaciones de emergencia y evacuación.
2. Trabajadores con discapacidad sensorial.
Se incluyen en este grupo los que cuentan con ceguera o con deficiencias visuales, y los trabajadores con sordera e hipoacusia.
Los riesgos que más pueden afectar a este grupo son las caídas al mismo y a distinto nivel, golpes contra objetos, atropellos con vehículos y las situaciones de emergencia.
3. Trabajadores con deficiencia intelectual.
Su naturaleza se presenta compleja y diversa. Son especialmente sensibles a riesgos de atropellos o golpes contra objetos y vehículos, y a cualquier situación de emergencia.
Medidas preventivas.
Como en la evaluación de cualquier puesto de trabajo, necesitamos diseñar unas medidas que eliminen o, en su defecto, disminuyan los riesgos que pueda provocar el trabajo. Así, haremos un seguimiento del R.D. 486/1997, de 14 de abril, sobre las disposiciones mínimas de seguridad y salud en los lugares de trabajo. Recordemos que, para estos casos, debemos contar con una lista de chequeo genérica y, a su vez, específica, en la que se recojan una serie de puntos a tener en cuenta a la hora de evaluar los puestos de trabajo de los trabajadores con discapacidad.
Podemos resumir en el siguiente cuadro las medidas preventivas necesarias para abordar estas situaciones de riesgo enunciadas:
– comunicación con el trabajador (consulta y participación).
– adecuación entre las aptitudes del trabajador y las exigencias del trabajo.
– ayudas técnicas adecuadas (maquinaria, equipos de trabajo).
– ayudas de otras personas (en los accesos, emergencias, etc.).
– espacio de trabajo suficiente y adaptado a la persona.
– instalaciones del lugar de trabajo adaptadas a las necesidades del trabajador (suelos antideslizantes, anchura de pasillos, ascensores, rampas de paso, etc.).
– instalaciones comunes y de salud con lo necesario para su fácil uso por parte de los trabajadores (vestuarios, inodoro, lavabos, duchas, etc).
– información suficiente, sencilla y clara.
– señalización clara y perceptible.
– avisos y alarmas acústicos o visibles, según las necesidades.
Conclusión.
Como sabemos, las empresas desempeñan un papel esencial en la garantía de la seguridad y salud de los trabajadores, lo que también les repercute positivamente en su actividad. Un reciente estudio revela que la mayoría de ellas repite a la hora de contratar a un trabajador con discapacidad, percibiendo la experiencia con elevada satisfacción y fidelización. Merece la pena seguir contando con este valioso recurso y crecer en esta línea.
Fuentes.
Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo (INSHT).
ONCE y Fundación ONCE.
Elaboración propia.